
Nunca tuvo miedo al invasor
(había luchado en Vilcabamba).
Iba, sin prisa montada en un aeroplano bicolor.
Color carmesí había amanecido su corazón.
-Es el color de la revuelta-me dijo mientras las banderas florecían en Mayo.
Bastaban dos palabras para hacerla creer:
Alegría y Fé, Fé y Alegría.
Estaba lista para el combate, sus ojos miraban el mar:
“Zona de amores restringidos”, decía un cartel, sus ojos se fruncieron.
Siempre dudó de los amores restringidos, pero nunca lo dijo.
A veces por vergüenza,
nunca por mezquindad, o por sacar provecho.
Como las cien flores de Mao.
Heme aquí,
esperando que entienda:
“Zona de corazones liberados” reza ahora el cartel.
Color carmesí había amanecido su corazón.
-Es el color de la revuelta-me dijo mientras las banderas florecían en Mayo.
Bastaban dos palabras para hacerla creer:
Alegría y Fé, Fé y Alegría.
Estaba lista para el combate, sus ojos miraban el mar:
“Zona de amores restringidos”, decía un cartel, sus ojos se fruncieron.
Siempre dudó de los amores restringidos, pero nunca lo dijo.
A veces por vergüenza,
nunca por mezquindad, o por sacar provecho.
Como las cien flores de Mao.
Heme aquí,
esperando que entienda:
“Zona de corazones liberados” reza ahora el cartel.
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