jueves, 7 de febrero de 2008

Gigantes de arena


Para David.

¿De que hablamos cuando ya no nos habita el tiempo?
Todos conocemos ese infierno,
donde la vida no es la vida,
el deber gobierna al ser, no queda nada de nosotros.

No es la misma historia que nos habita,
apenas veo las huellas que siguen a las otras huellas,
el paso absorbente que gobernó la infancia,
la foto de la madre junto al héroe.

Chile con esa brutalidad, tan dolorosa que anunciaba el fin.
¿Cómo suena un tanque de guerra? ¿Se parece a un juguete?
Ese mundo que no conocimos,
la tierra envuelta en fuego, el fuego de la adolescencia que gobernó estas tierras,
luego llego Marcial, para no volver jamás… ¿Cuántas balas cuesta la dignidad de un hombre? Ese extraño amor adolescente, que no anuncio ninguna Victoria, solo el parto de otra vida.

¿Cuántos soldados de plomo, hacen un niño de verdad? Diez? Doce? Veinticinco?

El fin de siglo no fue nuestra época, un año que seguía a otro año,
Una derrota que seguía a otra derrota, era media noche en el siglo,
No llegó el amanecer esperado, solo más noche.
La vida tiene caminos sinuosos, un poema de Daltón, nos cruzó el camino.
Dos cartas lo separaron….
Al final el gigante, cansado de enfrentar a los molinos, recuerda que alguna vez
no hubo, ni gigantes, ni molinos, solo esa extraña sensación de encontrase con lo que se ha perdido.

1 comentario:

Unknown dijo...

Roberto, nuestra realidad es más caústica y brutal... de lo que parece, pero el camino para entendernos, en sus recovecos, también es más simple y claro ... de lo que crees. Libera mucho dejar las máscaras y encontrar el rostro, traspasar las fronteras alambicadas de las sectas y su parafernalia, y sencillamente abrazar a las y los hermanos/as de trajin y mañana.