viernes, 16 de noviembre de 2007

Cuarto para las once.


El reo que espera su condena, con corazón de patíbulo.
Todas la noches iguales, el calvario que te lleva al fin.
Como el águila de Prometeo, sonámbulo espero los quince minutos que me regalas de tu vida
La ventana abierta al paraíso perdido.
La mirada que Moisés tuvo de la tierra prometida.
Todos los días como un reloj fatal:
44… 45…
El sonido que anuncia la condena.
Los quince minutos que le he robado a la vida, que me quedan de vida
Lo único que rescate del metal demoledor de la fábrica.

Luego otra vez la noche, sin fin, eterna con tu silueta en cada esquina.
Los minutos se enciclan, vuelven a comenzar, nunca terminan...

Amanece, agoniza el día, la tarde pare la noche
Todo en un punto fijo… cuarto para las once.

La hora donde el pavo real besa sus cadenas, el vampiro recuerda su infinita vida de condenado.
La Luna, celosa del tiempo, baña de plata al licántropo.
Ambos conjuraran el tiempo.
Prometeo recuerda el dolor reconstruido de sus entrañas.
El tiempo se detiene otra vez… un cuarto para las once.

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